-¡Garth!
- la voz de Richard tronaba desde el interior de Big Pink, todos nos
mirábamos como tanteándonos la ropa-. ¡Ven a apagar esto, Garth!
¡La puta cinta se ha encasquillado!
En
el silencio que siguió a aquel grito, un gesto mudo de Garth me dejó
al mando del fuego mientras él se dirigía hacia el interior de la
casa.
-
¿Qué ha sido eso? -preguntó una voz como polvorienta.
Era
el tipo del sombrero extemporáneo. Se quedó sin respuesta -todo el
mundo corría a rellenar sus vasos- hasta que Garth y Richard
salieron y, hombro con hombro, desde el umbral, ofrecieron sus
respectivas versiones del asunto:
-
Era una de las cintas que estamos grabando estos días en el sótano,
el equipo a veces tiene sus caprichos … -explicó Garth, con su voz
conciliadora.
-
¡Es mi manera de saludaros, gilipollas! Os estoy diciendo „hola“
por personaje interpuesto, es lo mejor que se me ha ocurrido para que
entendáis que habéis elegido justo el peor día para venir a
petarnos esto, joder...
Nadie
reaccionó a la voz cada vez más quebrada de Richard, hasta que una
chica que estaba a mi lado, junto al fuego, rompió el silencio con
una pregunta tan inocente como su propio aspecto:
-
Vale, pero ¿quién coño es ese Tiny Montgomery?
Risas
entrecortadas y brindis indecisos en vasos con cubitos ya derretidos,
hasta que Rick, levantándose con una antorcha que acababa de prender
en el fuego, se acercó a la chica de la pregunta para ofrecérsela,
añadiendo a la sonrisa una pista prometedora:
-
Julie: tendrás que quedarte un rato más si de verdad te interesa
averiguarlo.
Mientras
Julie recibía la antorcha intentando no quemarse, desde una de las
ventanas abiertas del salón surgió una voz casi marcial,
amplificada por un micrófono:
-
En todo caso, gente, no creo que sea buena idea andar aireando tan
pronto lo que estamos tramando en privado en el sótano de esta casa.
Mejor usaremos estos altavoces para crear un ambiente más propicio a
esta reunión de amigos... Gracias a todos por venir. ¡Rick!
¡Pínchate algo a la altura de las circunstancias!
Era
Robbie, que tras su discurso de bienvenida salió por la puerta del
salón abrazado a su flamante Dominique para, sin apenas saludar a
nadie, ir a sentarse junto a un árbol llevándose la mejor botella
de champán de toda la fiesta. Por suerte, la música elegida por
Rick -evocadora, luminosa- empezó a sonar enseguida por
los altavoces que Richard -con tan diferente propósito- había
colocado frente a las ventanas, y para entonces la luz ya era lo
suficientemente escasa y los inputs etéreos lo suficientemente
fuertes como para que las conversaciones fluyesen sin que nadie
tuviera que sentirse como público de nadie y alguna gente empezara a
bailar. Garth se había vuelto a colocar al mando del fuego, y justo
entonces aparecieron Simone y Ash, saludándome desde la puerta de mi
caravana y apuntando adentro. Sin palabras, Garth me apremió a
levantarme a recibirles.
-
¡Hola, Nar! Gracias por llamarnos, esta fiesta tiene buena pinta...
En Zena me aburro bastante últimamente, ¿sabes?, Simone y tú
tampoco os pasáis tanto por allí, así que mola juntarnos esta
noche entre tanta gente „guapa“... ¿Va a estar también Dylan,
no? Bueno, hemos metido cervezas en la nevera, el resto de
provisiones están en esa mochila, debajo de la mesa, y …
-
¡Para ya, Ash! -interrumpió Simone con una de sus muecas-. Mola
volver a verte, Nar, y además esta caravana siempre me inspira buena
onda… -añadió dándome un abrazo.
-
Gracias por venir, y por las vituallas. Dylan todavía no ha
aparecido, Ash, ya veremos si se digna... -su gesto contrariado me hizo
sonreír-. Si os parece, preparamos algo y salimos a mezclarnos con
la peña, hasta ahora me he estado ocupando del fuego sin apenas
hablar con nadie...
-
Hecho -dijo Ash-. Salid ya, yo voy enseguida.
Simone
y yo pillamos unas cervezas de la nevera y nos acercamos al círculo
más próximo a la caravana, formado en torno a un hombre con barba
pelirroja y voz casi meliflua que cantaba sentado en el suelo
acompañándose con una Martin preciosa. Alguien preguntó en voz
baja quién era y Simone le llamó ignorante con un simple gesto, sin
dignarse contestar. Algunas chicas lo miraban fascinadas, daba casi
vergüenza seguir allí, así que nos movimos hasta el siguiente
grupo, del que provenían unas risas agudas y contagiosas. Un tipo de
aspecto estrafalario estaba contando una historia al parecer muy
divertida. Al acercarnos vimos que era Tiny Tim, le gustaba pasarse
por Big Pink de vez en cuando. Estaba haciendo reír a todo el mundo,
excepto a una chica muy joven con un aspecto muy triste. Al terminar
el relato, Tiny le dedicó una canción que hablaba de Memphis. Su
falsete y su ukelele hicieron que la chica acabara por sonreír.
Ash
se nos unió trayendo provisiones. Nos movimos, pensando en
compartirlas con el grupo en el que dos amigos de Dylan -Neuwirth y
Alk- se habían enzarzado en una discusión sobre cine que mantenía
en tensión a las diez o doce personas que los rodeaban. Muy mal
rollo, excepto por parte de Richard, que se alegró al vernos.
-
No hay quien aguante a estos dos tíos cuando se rayan así. Mejor
nos vamos a otro lado a probar esa merienda que traéis ahí -la risa
le hizo toser durante un rato sin que él pareciera darse cuenta.
Nos
alejamos un poco hacia una zona menos iluminada, haciéndole una seña
a Rick. Se nos unió acompañado por una de las chicas más guapas de
la fiesta, Sally dijo llamarse. Extendimos un par de mantas bajo unos
árboles y allí estuvimos compartiendo entre los seis lo mejor de la
noche hasta ese momento: una intensísima sensación de cercanía.
Tras
un largo rato de silencio, Sally disparó una pregunta que nos dejó
fuera de juego:
-
¿Pensáis que lo de „verano del amor“ nos incluye también a la
gente que en la Costa Este celebramos fiestas así?
-
Así, ¿cómo? Para empezar, esto no es exactamente una fiesta,
cariño, al menos todavía -fue la respuesta de Rick antes de
tenderse junto a ella y comenzar a besarla.
-
'Ooh, baby, ooh-ee' -entonó brevemente Richard-, ¡haremos todo lo
posible para que termine en juerga!
Brindamos
entre risas, y yo sentí que tenía una gran suerte al estar en aquel
lugar en aquel momento. Es lo que sigo sintiendo esta noche, 49 años
después, mientras contemplo mi imagen reflejada en el espejo de una
sombrerera marrón que una vez perteneció a Dylan.